El uso de las pantallas en la infancia: ¿cómo gestionarlo y qué elegir?

¿Qué efectos tienen las pantallas en el desarrollo de los niños pequeños? ¿A qué edad se pueden utilizar y cómo hacerlo bien? En este artículo te ofrecemos recomendaciones claras basadas en estudios científicos.

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a woman sitting on a couch holding a child
a woman sitting on a couch holding a child

Hoy en día, las pantallas están en todas partes: teléfonos, tabletas, televisores... Y los niños están expuestos a ellas desde muy pequeños. Pero, ¿cómo saber qué es beneficioso o perjudicial para su desarrollo?


En Kidioma, nos basamos en las últimas investigaciones científicas para adaptar nuestros talleres y acompañar a las familias en el uso consciente de las pantallas, conociendo sus ventajas y también sus riesgos.


¿Hay que prohibirlas o podemos usarlas de forma positiva?

Te explicamos todo, de forma clara y sin culpa.

1. Qué dice la ciencia sobre el uso de pantallas en la infancia

Recomendaciones oficiales

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda cero pantallas antes de los 2 años, y máximo una hora diaria entre los 2 y los 5 años, con contenido adecuado y acompañamiento de un adulto.
Pero, ¿qué significa "contenido adecuado"? Se refiere a videos tranquilos, no violentos, sin sobreestimulación visual, con ritmo lento y lenguaje sencillo.
Actualmente, muchos dibujos animados cambian de imagen cada 1 o 2 segundos, lo que satura el cerebro infantil, genera hiperestimulo y dificulta el regreso a la calma. Algunos estudios incluso muestran que este tipo de contenido puede generar adicción y aumentar la agitación.

La American Academy of Pediatrics (AAP) propone una estrategia por etapas:

  • Antes de los 18 meses: evitar pantallas, salvo videollamadas con familiares.

  • Entre los 18 y 24 meses: se pueden usar, pero siempre con un adulto presente, favoreciendo un momento compartido de calidad.

  • A partir de los 2 años: contenido educativo, tiempo limitado y priorizar la interacción humana.

Riesgos del uso excesivo

Un estudio canadiense (Madigan et al., 2019) reveló que cuanto más tiempo pasaban los niños frente a pantallas, más se veían afectados su lenguaje y su motricidad.
Otras investigaciones señalan efectos negativos sobre el sueño, la atención o el comportamiento.
La razón es sencilla: las pantallas sustituyen con frecuencia el juego libre, el contacto humano y el descanso, pilares esenciales para un desarrollo saludable.

2. ¿Se pueden usar las pantallas de forma inteligente?

Sí, siempre que se sigan algunas claves para un uso razonable:

  • Elegir contenidos de calidad: programas tranquilos, aplicaciones educativas, canciones interactivas, juegos cooperativos sencillos a partir de los 4 años (como memotest o juegos de mesa digitales).

  • Acompañar activamente al niño: mirar juntos, comentar lo que está pasando, hacer preguntas y relacionar lo que ven con la vida real.

Ejemplo: ver un documental de animales juntos durante 30-45 minutos puede convertirse en un momento de intercambio, descubrimiento y vínculo. El niño desarrolla su curiosidad y su vocabulario mientras comparte tiempo con su familia.

  • Limitar el tiempo de exposición: incluso un buen contenido no debería superar los 30-45 minutos según la edad y el contexto.
    Las pantallas pueden ser un complemento, pero nunca deben sustituir el contacto humano.

3. En la vida real: consejos prácticos para las familias

  • Crear rutinas sin pantallas: cuentos antes de dormir, cocinar en familia, juegos de mesa, paseos...
    Estos momentos fortalecen el vínculo afectivo y estimulan el lenguaje de forma natural.

  • Usar las pantallas de forma puntual, sin culpa: ver una serie en un viaje o mientras necesitas concentrarte está bien.
    Pero también es importante conservar espacios de aburrimiento, ya que está demostrado que el aburrimiento favorece la creatividad y la imaginación del niño.

  • Proponer alternativas variadas: cajas de cuentos, juegos sensoriales, manualidades con materiales reciclados, pequeñas obras de teatro con peluches...

  • Establecer normas claras: duración, momento, tipo de contenido. Esto da seguridad al niño y facilita la regulación emocional.

No hace falta ser perfectos: lo importante es la coherencia, la calidad del vínculo y el sentido común en el día a día.

Conclusión

Las pantallas no deben ser prohibidas, sino bien gestionadas. Pueden ser una fuente de aprendizaje, siempre que se elijan con criterio y se compartan con un adulto.
En Kidioma, creemos que el juego y la interacción social son esenciales para el desarrollo infantil, por eso son los pilares de nuestra pedagogía.
Decimos sí a las pantallas, pero con moderación, intención y siempre con el niño, no en su lugar.